De 5 KM a 42 KM corriendo

Si hace 8 meses me hubieran dicho que iba a entrenar para correr un maratón ni de broma me lo hubiera creído. La verdad, podría decir que ahora que veo en el tiempo empecé a “entrenar” desde hace 5 años que comencé a correr con mi en ese entonces novio, ahora esposo, Germán.
Todo empezó porque Germán, es fanático y fiel seguidor del futbol americano, Green Bay Packer para ser exactos, y a mi me parecía una perdida de tiempo estar 3-4 horas sentada un Domingo y/o Lunes viendo la TV., claro, si solo era un partido el que veíamos, y además, le gusta que los vea con él, lucky me!
 
Cuando vi lo que me esperaba por los siguientes años y temporadas le propuse que en lo que veíamos los partidos aprovecháramos para hacer ejercicio. Así que nos compramos nuestros outfits, tenis y empezamos a correr en la caminadora mientras veíamos a los Packers. Eso si, sin pasar de 5 ú 8 Km. pero bueno, algo era algo y yo sentía que estábamos aprovechando el tiempo. Así seguimos durante varios años a veces con épocas más constantes, otras con más descansos y yo siempre combinándolo con otras rutinas de ejercicio.
 
Hace 1 año y medio nos casamos y nos venimos a vivir a Los Ángeles por la maestría de él, por MUCHO la mejor etapa de nuestras vidas. Esta ciudad nos ha enamorado con cada rincón, museos, restaurantes, playas, parques, hikes, el estilo de vida, la vida tan al aire libre y los múltiples planes que puedes hacer, muchos de ellos haciendo ejercicio.
Empezamos a correr más veces a la semana planeando rutas para conocer mejor la ciudad desde Beverly Hills, Rodeo Dr, Westwood, Santa Monica, Venice Beach, Malibu, Echo Park ver por fuera casa de famosos como la Playboy Masion y la casa de Mitch & Cam de Modern Family. En fin, miles de lugares que han hecho que nos aprendamos cada semáforo y calle de esta increíble ciudad.
 
Después de un verano en México de mucho trabajo, mole poblano, tacos y cochinita Pibil regresamos a LA y unos amigos nos convencieron de entrenar para el LA Marathon, ¡no sabíamos en lo que nos metíamos!
 
Con presupuesto de estudiambre decidimos economizar lo más posible, pedimos tips, entrenamientos a conocidos, leímos mil blogs, bajamos Apps y empezamos a entrenar con una mezcla de todo esto.
 
Podría decir que el entrenamiento fue un curso matrimonial. Aunque llevamos casi 8 años juntos, y hemos vivido graduarnos de la universidad, primeros trabajos, primeros sueldos, amigos, viajes, familias, la boda, luna de miel, momentos difíciles y muchos más de alegría. Sin duda, este entrenamiento nos hizo aprender a conocer y entender además de nuestro propio cuerpo y mente, la del otro.
 
Hubo MUCHAS discusiones, entre que Germán me “empujaba” a correr más rápido con el argumento que me debía esforzar más, ¡claro!, casi lo mato cuando me dijo eso, ¿ESFORZARME MÁS? ¿Tú crees que estoy cómoda corriendo 18 Km. en subidas y bajadas con dolor de rodilla?”, o yo diciéndole que no iba a lograr mejorar su tiempo si seguía quemando tanta energía con tal de ser más rápido sin dejar un boost para el final. O como cuando yo por ir haciendo Snapchats me acabe la pila, nos perdimos, el pobre al perderme de vista hizo los sprints más rápidos de su vida buscándome por todas las calles, yo después de 30 minutos que regresé a la casa, cargué mi celular y le puede marcar…jajaja me quería ahorcar. O como el día del Super Bowl que nos quedamos dormidos y empezamos a correr más tarde y él por tratar de economizar tiempo me propuso, mientras corríamos, cambiar la ruta y yo, que a veces, soy un poco cuadrada, le dije que no porque yo ya tenia en mente la ruta…les recomiendo discutir mientras vas corriendo 21 Km. , ahí si gana el más fuerte y perseverante.
 
Pero bueno, para no solo contar lo malo, la verdad es que después de casi 8 años, incluidos estos años en LA, puedo decir que nunca habíamos hecho algo tan parejo y en común que entrenar y correr para el maratón, nunca habíamos estado en un momento tan a la par. Donde nos echáramos tantas porras, donde cuando uno se moría de nervios por empezar el otro le recordaba y decía por qué si iba a poder, por qué era más fuerte que cualquier distancia o entrenamiento y al final festejar que lo estábamos logrando. Ver cómo cada semana nos hacíamos más fuertes. Compartimos cómo estábamos llegando a cumplir metas que veíamos muy lejanas.
 
Durante los entrenamientos salieron muchos achaques, dolor de espinillas y rodillas, rozaduras y ampollas que nos llevaron a estar en reposo o bajar el ritmo, cambiar de alimentación para sentirnos mejor corriendo, hidratarnos y tomar suplementos. Fue todo un proceso pero lo que siempre nos mantuvo fuertes fue la cabeza y el corazón, saber que en esto no estábamos solos sino que estábamos como siempre, ¡juntos!
 
Mucha gente estuvo muy al pendiente de nuestro proceso desde el entrenamiento, cada uno de ellos fue pieza clave para poder llegar a ese día, con todos sus tips, palabras de aliento y vernos como cojeábamos de dolor después de las carreras largas. Hicimos nuevos y mejores amigos runners, (perdón a los que aturdimos con el tema, juro que pronto ya pasará ese rush). 
 
Un par de semanas antes del maratón empezaron los nervios, emociones, licuadora de sentimientos, yo tuve que dejar de correr por mis rodillas si es que quería llegar al maratón. Germán estaba a la mitad de finales y exámenes por lo que los entrenamientos fueron más estresantes, a veces uno se desanimaba pero el otro lo levantaba y viceversa.
 
Decidimos hacer una lista de por qué corríamos el maratón entre algunos puntos fueron:
  1. Por nuestro matrimonio, porque sabemos que lograr llevar una relación donde nos sintamos llenos de amor, cómodos y felices no es por buena suerte
  2. Por Los Ángeles que nos ha regalado estos años tan increíbles
  3. Por México, porque sabemos que necesita gente que luche por él, y nosotros queremos ser uno de esos soldados
  4. Por la gente que daría todo por poder correr y no puede
  5. Por nuestra futura familia nuclear, sabemos que van haber subidas sin fin y bajadas que nos quieran doblar las rodillas pero rápido o lento iremos juntos
Llegamos al gran día, fue eterno el camino, cuando estábamos por empezar el maratón ya llevábamos casi las mismas horas despiertos y parados que las que nos faltaban por correr. La emoción de la gente, los abrazos y la música nos hacían que el corazón se acelerara más, el de todos al mismo ritmo.
 
Cuando marcaron la salida cruzamos la línea de salida juntos y de la mano, poco a poco vi como Germán se iba adelantando para cumplir su tiempo y como las porras empezaban a tapizar nuestro recorrido, me sorprendió el gran ambiente de los porristas, mucha gente alentando a las 19 mil personas que estábamos corriendo, 11 mil hombres y 8 mil mujeres. 
 
Desde que empecé hasta que acabé el maratón los nudos en la garganta y las lagrimas no dejaron de estar presentes de emoción. Cada que veía a gente de la porra que encontraba a su corredor y como se emocionaban con ellos me hacía sentir muchas mariposas.
 
Los primeros 10 Km. se me hicieron como 5 minutos empecé a creer que iba a ser muy fácil lograrlo, hasta que empezó el mismo dolor de siempre…¡las rodillas! Entre una mezcla de frustración, enojo y coraje comencé a bajar el paso, a caminar en las bajadas y moderarme para poder prolongar que llegara el dolor insoportable. Pero la mente es muy poderosa y por estar tan consciente de eso empezó a subir poco a poco el dolor. Vi una farmacia y decidí ir a comprar algo para calmarlo, muy mal, me automedique pero pude seguir.
Ya no logré recuperar el paso pero después de una sería platica conmigo misma decidí que lo importante era acabarlo y que si los primeros 10 Km. habían sido fáciles eran porque había ido disfrutando mucho todo lo de mi alrededor así que decidí recuperar esa actitud y ser feliz otra vez, así hasta los 30 Km. Hasta dije “si ha estado duro, pero seguro hago otro maratón”, jamás lo hubiera ni pensado.
 
A los 32 Km. empezó realmente la tortura, un calor fuertísimo, calles que se veían sin fin y mucha gente agotada, fue muy duro.  Volví a platicar seriamente conmigo, esta vez invitándome más a la reflexión, “Ok, ya corriste con la cabeza y con las piernas pero si quieres llegar a la meta esta vez vas a tener que correr con algo más fuerte: el corazón”, con mucho esfuerzo empecé a recuperarme, seguí corriendo, a veces caminando pero sintiéndome nuevamente contenta por lo que estaba apunto de lograr.
 
Definitivamente esos últimos kilómetros fueron con el motor más importante, me acordé de toda esa gente que siempre nos dijo que claro que íbamos a poder, que habíamos entrenado mucho y que éramos muy perseverantes, que esto solo era un reto más de miles que nos habíamos propuesto. Y así seguí corriendo hasta que de repente me encontré con la mejor porra, nuestro amigos. Todos con carteles y campanas para seguirnos alentando, el mejor boost fue cuando mis amigas se metieron a la carrera a correr un rato conmigo, me ayudaron a recuperar el paso y a que el corazón no se cansara, así seguí.
 
Estaba apunto de volverme a cansar pero recibí la mejor llamada, Germán, diciéndome que él ya había llegado a la meta, sentí demasiado alivio y felicidad. Me fue dando muchas palabras de aliento y explicándome como iba a ser llegar, en que punto ya iba a ver la recta final y que no me desesperara porque iba parecer eterno pero que sí podía, que ya casi estaba ahí. Mientras seguía hablando con él y corriendo me volvían a gritar de la porra, ¡más amigos! Lo último que falta, ¡y por fin llegué! Corrí por mi medalla y a buscar a mi esposo, el mejor cómplice y equipo del mundo, por el Green Bay Packer que empezó todo.
 
Por: Daniela López Vargas
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Daniela, comunicóloga egresada de la Ibero. Es MKT & PR Manager de Fitpass México, llevaba desde el 2010 en el área editorial, manejo y lanzamiento de marcas. Ha trabajado en empresas como Grupo Expansión, Pernod Ricard, Guateque Producciones y publicado artículos en la revista BBmundo y sitio web Chilango.com. Síguela en Instagram como @Daniju